En estos largos días marcados por el Corona virus, donde la humanidad se encuentra amenazada por ese invisible virus, he llegado a la conclusión, que creo que es compartida.

Todos los seres humanos tienen derecho a ser felices.

Ahora que desde la política, se habla de una vuelta a la normalidad y un pacto sobre la reconstrucción del país humildemente, no estoy de acuerdo.

No deseo un regreso a la normalidad, ya que se ha demostrado que esa normalidad es injusta.

Y tampoco conseguir un pacto para la reconstrucción, ya que se ha evidenciado, que lo que se tiene que hacer es comenzar a construir con otros medios…

Consigamos, que los que rigen nuestros destinos a través de las diferentes administraciones organicen y ordenen, una sociedad donde impere la justicia social sin distinción de clase, sexo raza, ni ningún otro elemento diferenciador.

El ser humano, desde que nace tiene derecho a ser feliz.

Y para ello solo necesita algo básico, trabajo digno que le permita sustentar a su familia.

Construyamos una sociedad, donde la discrepancia política, no sea el freno que impida avanzar en el camino de la felicidad.

Creo que este virus que sufrimos, ha dado un aldabonazo, para que nos percatemos de lo insignificante e indefenso, que es el ser humano.

Sobre todo, cuando está construida en el puro materialismo, conculcando valores que supone una lenta y persistente deshumanización.

Que cuando se elaboren los tantos veces citados, “Presupuestos Generales del Estado” sea prioritario dedicarlos a Sanidad, Educacion y Servicios Sociales.

Fomentar desde las escuelas esos valores de igualdad y solidaridad sin ninguna distinción.

Ojalá junto a la anhelada vacuna contra el virus, consigamos inocular en la sociedad, esa otra vacuna que ya tiene nombre, Justicia Social.